martes, 21 de agosto de 2012

NICARAGUA 2012

Aquí estoy pasando mis últimas 4 horas en León antes de nuestro regreso a España. Es cierto que hemos tenido algo abandonado este blog pero en estos últimos días en los que he sido cada vez mas consciente de que nuestro regreso se acercaba me he sentado en varias ocasiones a escribir, así que usaré estas ultimas horas para revisar lo escrito  y poner orden a todas aquellas anécdotas y sensaciones que han marcado mi viaje.
                Los días han pasado verdaderamente rápido, de hecho mi noción del tiempo ha ido empeorando a medida que pasaban los días y cada vez que intentaba poner fecha y hora al momento me era más difícil acertar. Por ello, lo que comparto aquí no tendrá orden cronológico, no podría aunque quisiera,  así que me dispongo simplemente a compartirlo con quiénes vinieron o con quiénes algún día tengan la oportunidad de venir.
                El lugar… Lo cierto es que no venía con mucha idea de Nicaragua, puede que nunca hubiese llegado a ser un destino turístico elegido por mi por la falta de información que tenía acerca del país. No me ha quedado duda de que puede ser un lugar increíble para perderse, ya sea recorriendo caminos hacia volcanes o a través de reservas naturales; un lugar para descubrirte envuelto en manglares y con lodo hasta el cuello, un lugar para degustar frutas de colores exóticos y formar sorprendentes, un lugar para dejarte llevar por el ritmo y la música y, un lugar para, sin ninguna duda, volver.
                Si me preguntan a qué me supo Nicaragua diría a jugos: Jamaica, pitaya, mango, piña, naranja… formaron parte de tantas tertulias y nos refrescaron tanto cuando el calor de aquí se volvía insoportable que es probablemente el sabor que más eche en falta. No obstante, estos días hemos probado tantas otras comidas que creo que también merecen mención. Aquel riquísimo pescado de Cayos Perla, la yuca y el chancho hechos con tanto arte y cariño por doña Rosario, la dueña de la casa donde vivimos durante este mes; la tarta de almendras de la cafetería El Capriccio, la lasaña casera del bar Crispín, o el rondón que presidió nuestra noche en la isla Callo Grape cocinado por un español que llegó a Nicaragua y decidió quedarse. En fin, que han sido toda una montaña de sabores que han puesto un toque de gustativo en nuestro viaje y que nos han dejado con aún mejor sabor de boca.
                El paisaje… No cabe duda de que el paisaje ha marcado nuestro viaje, ya fuese en las excursiones que hacíamos los fines de semana o simplemente sentados en el autobús yendo a algún rincón de Nicaragua. Ese aire que entraba con fuerza por la ventanilla mientras nuestro cuerpo botaba en el asiento no hacía sino acompañar nuestros pensamiento y nuestras vistas. He descubierto un mangle verdaderamente único, especies vegetales con raíces aéreas enormes que llegaban hasta el agua y se perdían en ellas, flores con formas y colores preciosos, o selvas con una densidad de vegetación que hacía difícil ver el cielo entre los huecos. Hemos visto tantos animales que nos han sorprendido: guardatinajas, gavilanes, martín pescador, cocodrilos y caimanes, hormigas bala o aquella boa de casi 3 metros que se llevó todo el protagonismo en la última visita al manglar. En definitiva toda una mezcla individuos de toda clase que se han encargado de decorar aún más el paisaje nicaragüense.
La gente… Recuerdo el primer contacto con los niños, jóvenes y adultos de Salinas Grandes. Al llegar, un gran círculo de personas sentadas nos esperaban, algunos con expectación, otros con curiosidad, y los había quiénes con timidez habían decidido colocar sus sillas en un segundo plano. Era difícil intentar imaginar qué les pasaba a cada uno por la mente, pero fue toda una grata sorpresa comprobar, al encontrar sus miradas, que sonreírnos podía ser nuestro comienzo de presentación. Al rato, Yesil que es la que trabaja con esos niños día a día y la que hace un trabajo excepcional con ellos, comenzó con las presentaciones y uno a uno fueron desvelándose sus nombres, edades y actividades en el centro social de Salinas. Aquello fue únicamente la presentación porque el poder disfrutar de ellos y con ellos es algo que fue surgiendo en los días posteriores. Es cierto que a mí al menos me supo a poco, así que aprovecho estas divagaciones acerca de mi experiencia para mostrar mi deseo y apoyo a cualquier futura actividad que pueda hacerse con ellos.  Mi opinión es que son esos niños los que aún conservan miradas tímidas y simpáticas, los que no tienen reparos en cogerte de la mano y conducirte de la entrada del centro social al huerto que ellos mismo cuidan, del huerto a la panadería, o de la panadería a recoger nancites caídos de los árboles. Son ellos a los que hicimos repetir en aquellos días los números del 1 al 10 intentando poner cariño y paciencia a ese 7 que parecía no existir para ninguno. Y son ellos los que han dado muchísimo sentido a nuestro viaje.
                Haciendo balance de todo lo contado, y de todas esas sensaciones que viví en estos días me doy cuenta de algo importante. No importa tanto el lugar o el paisaje que comprobé que fueron increíbles. A fin de cuentas lo que marca una vez más un viaje son las personas. A todas ellas que formaron parte de este mes darles las gracias. A los “nica” asegurarles que espero de todo corazón volverme a encontrar con ellos algún día, y a todos los españoles que tuvieron esa suerte como yo de estar aquí decirles que espero volverles a encontrar de nuevo al otro lado del charco. Creo que es maravilloso volverse a encontrar con compañeros de viaje y preguntarles ¿Te acuerdas…? Y notar que sí, que se acuerda, así que espero veros y que entre todos podamos seguir recordando esta experiencia. Lo último y acabo, a mis camaradas del día a día, a los que han compartido habitación durante todo este mes de “hugos”, ronquidos, y sonidos nocturnos acechantes de animales. Me quedo con nuestra última cena en el Via Via y ese gran repaso de nuestro viaje. Gracias por ser mi familia en este mes y por formar parte de esta experiencia!!

Elisa Martí Morales

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