Aquí estoy pasando mis últimas 4
horas en León antes de nuestro regreso a España. Es cierto que hemos tenido
algo abandonado este blog pero en estos últimos días en los que he sido cada
vez mas consciente de que nuestro regreso se acercaba me he sentado en varias
ocasiones a escribir, así que usaré estas ultimas horas para revisar lo escrito y poner orden a todas aquellas anécdotas y
sensaciones que han marcado mi viaje.
Los
días han pasado verdaderamente rápido, de hecho mi noción del tiempo ha ido
empeorando a medida que pasaban los días y cada vez que intentaba poner fecha y
hora al momento me era más difícil acertar. Por ello, lo que comparto aquí no
tendrá orden cronológico, no podría aunque quisiera, así que me dispongo simplemente a compartirlo
con quiénes vinieron o con quiénes algún día tengan la oportunidad de venir.
El
lugar… Lo cierto es que no venía con mucha idea de Nicaragua, puede que nunca
hubiese llegado a ser un destino turístico elegido por mi por la falta de
información que tenía acerca del país. No me ha quedado duda de que puede ser
un lugar increíble para perderse, ya sea recorriendo caminos hacia volcanes o a
través de reservas naturales; un lugar para descubrirte envuelto en manglares y
con lodo hasta el cuello, un lugar para degustar frutas de colores exóticos y
formar sorprendentes, un lugar para dejarte llevar por el ritmo y la música
y, un lugar para, sin ninguna duda,
volver.
Si me
preguntan a qué me supo Nicaragua diría a jugos: Jamaica, pitaya, mango, piña, naranja…
formaron parte de tantas tertulias y nos refrescaron tanto cuando el calor de
aquí se volvía insoportable que es probablemente el sabor que más eche en
falta. No obstante, estos días hemos probado tantas otras comidas que creo que
también merecen mención. Aquel riquísimo pescado de Cayos Perla, la yuca y el
chancho hechos con tanto arte y cariño por doña Rosario, la dueña de la casa
donde vivimos durante este mes; la tarta de almendras de la cafetería El Capriccio, la
lasaña casera del bar Crispín, o el rondón que presidió nuestra noche en la isla
Callo Grape cocinado por un español que llegó a Nicaragua y decidió quedarse.
En fin, que han sido toda una montaña de sabores que han puesto un toque de gustativo
en nuestro viaje y que nos han dejado con aún mejor sabor de boca.
El
paisaje… No cabe duda de que el paisaje ha marcado nuestro viaje, ya fuese en
las excursiones que hacíamos los fines de semana o simplemente sentados en el autobús
yendo a algún rincón de Nicaragua. Ese aire que entraba con fuerza por la
ventanilla mientras nuestro cuerpo botaba en el asiento no hacía sino acompañar
nuestros pensamiento y nuestras vistas. He descubierto un mangle verdaderamente
único, especies vegetales con raíces aéreas enormes que llegaban hasta el agua y
se perdían en ellas, flores con formas y colores preciosos, o selvas con una
densidad de vegetación que hacía difícil ver el cielo entre los huecos. Hemos visto tantos animales que nos han sorprendido: guardatinajas, gavilanes, martín pescador,
cocodrilos y caimanes, hormigas bala o aquella boa de casi 3 metros que se llevó todo el protagonismo en la
última visita al manglar. En definitiva toda una mezcla individuos de toda
clase que se han encargado de decorar aún más el paisaje nicaragüense.
La gente… Recuerdo el primer
contacto con los niños, jóvenes y adultos de Salinas Grandes. Al llegar, un
gran círculo de personas sentadas nos esperaban, algunos con expectación, otros
con curiosidad, y los había quiénes con timidez habían decidido colocar sus
sillas en un segundo plano. Era difícil intentar imaginar qué les pasaba a cada
uno por la mente, pero fue toda una grata sorpresa comprobar, al encontrar sus
miradas, que sonreírnos podía ser nuestro comienzo de presentación. Al rato,
Yesil que es la que trabaja con esos niños día a día y la que hace un trabajo
excepcional con ellos, comenzó con las presentaciones y uno a uno fueron
desvelándose sus nombres, edades y actividades en el centro social de Salinas.
Aquello fue únicamente la presentación porque el poder disfrutar de ellos y con ellos es algo que fue surgiendo en los días posteriores. Es cierto que a mí al menos me
supo a poco, así que aprovecho estas divagaciones acerca de mi experiencia para
mostrar mi deseo y apoyo a cualquier futura actividad que pueda hacerse con
ellos. Mi opinión es que son esos niños
los que aún conservan miradas tímidas y simpáticas, los que no tienen reparos
en cogerte de la mano y conducirte de la entrada del centro social al huerto
que ellos mismo cuidan, del huerto a la panadería, o de la panadería a recoger
nancites caídos de los árboles. Son ellos a los que hicimos repetir en aquellos
días los números del 1 al 10 intentando poner cariño y paciencia a ese 7 que
parecía no existir para ninguno. Y son ellos los que han dado muchísimo sentido
a nuestro viaje.
Haciendo
balance de todo lo contado, y de todas esas sensaciones que viví en estos días me
doy cuenta de algo importante. No importa tanto el lugar o el paisaje que
comprobé que fueron increíbles. A fin de cuentas lo que marca una vez más un
viaje son las personas. A todas ellas que formaron parte de este mes darles las
gracias. A los “nica” asegurarles que espero de todo corazón volverme a
encontrar con ellos algún día, y a todos los españoles que tuvieron esa suerte como
yo de estar aquí decirles que espero volverles a encontrar de nuevo al otro
lado del charco. Creo que es maravilloso volverse a encontrar con compañeros de
viaje y preguntarles ¿Te acuerdas…? Y notar que sí, que se acuerda, así que
espero veros y que entre todos podamos seguir recordando esta experiencia. Lo
último y acabo, a mis camaradas del día a día, a los que han compartido
habitación durante todo este mes de “hugos”, ronquidos, y sonidos nocturnos acechantes
de animales. Me quedo con nuestra última cena en el Via Via y ese gran repaso
de nuestro viaje. Gracias por ser mi familia en este mes y por formar parte de
esta experiencia!!
Elisa Martí Morales